lunes, 10 de noviembre de 2014

Cumbres Borrascosas



No sé si os ha pasado alguna vez,  pero hay veces que todo transcurre tan deprisa que no percibes el paso del tiempo. En mi caso, en el último año y medio los acontecimientos se han concatenado sin cesar, a gran escala: vivencias, cambios, alegrías, decepciones, sonrisas, miedo, crecimiento, llantos, madurez… Me pongo a pensar y tengo la sensación de no haber “vivido” ese año. No sé cómo explicarlo, es como si el tiempo hubiese pasado tan deprisa, o yo hubiese estado tan ocupada, que no he tenido la percepción de que la vida se llevaba un año más. Y no lo digo con ninguna tristeza, al contrario. Estoy feliz, pero hay épocas en que parece que todo transcurre lentamente, como si no sucediera nada en tu vida; mientras que existen otras que vives tanto que no te das cuenta del discurrir de los meses. 
 
Y, debido a ello, tenía dos libros aparcados desde hacía dos Navidades, porque estaba embebida en otros menesteres y los he recuperado estos meses de Octubre y Noviembre. Hoy os hablaré de uno y pronto realizaré una entrada del segundo. 

Ocurrió una fresca mañana de otoño, cuando las estrellas aún palidecían en el cielo y la oscuridad lo cubría todo. Era una cita que había esperado mucho tiempo, más del que me hubiese gustado, pero también por la simple razón de que quería dedicarle a ella mis cinco sentidos. A principios de octubre, cuando las lluvias habían hecho una tímida visita antes de que se instalara de nuevo el calor que reinaría las semanas subsecuentes, me dirigí con ella a dar un paseo por el campo.



Pensé que sería el escenario acorde a Cumbres Borrascosas, que es el nombre que recibe la casa donde se concentra el relato principal de la historia. Caminé con Emily Bronte a la luz de la luna, escuchando de fondo el berrido de los venados que buscaban una pareja con la que aparearse (parece que el fin de todos es buscar alguien a quien querer, ya sea familia, amigos, pareja…). 


Emily, delicada y acostumbrada al frío del Norte de Inglaterra, se muestra alegre y habladora. Me explica cómo la llegada a Cumbres Borrascosas de un visitante llamado LockWood desatará los recuerdos de lo allí vivido. A través de las conversaciones con una antigua ama de llaves de la propia casa, Lockwood irá haciéndose con las claves de las melodramáticas vidas de los habitantes de la finca. 


La autora me acerca, en primer lugar, a la figura de Heathcliff. Un niño huérfano y desamparado que es acogido por el señor Earnshaw, el dueño de Cumbres Borrascosas. Heathcliff crecerá como hermano de Catherine y de Hindley, los hijos de Earnshaw. Sin embargo, nunca tuvo el cariño de nadie más allá que de su salvador. Hindley jamás tendrá la mínima consideración con el chico y lo odiará hasta el fin de sus días. Por su parte, Catherine sí comenzará a ver en Heathcliff un compañero de juegos, de tardes salvajes, de confidencias, de cariño, de amor… 

muerta de miedo ante un jabalí

Transcurridos los años, con Earnshaw ya muerto, las hostilidades en la casa no hacen más que aumentar. Hindley se erige como el señor de Cumbres y Heathcliff comienza a mostrar un carácter huraño y torvo, sobre todo, una vez que su historia de amor con Catherine se ve amenazada por la entrada en escena de la familia Linton, unos vecinos residentes en la Granja de los Tordos.

Y así, mientras los animales se acercan a escuchar el cautivante relato, Emily me desgrana todos los incidentes, los amores de unos, la abnegación de otros,  los miedos, las traiciones, las venganzas, las arrogancias, la sumisión… Una bomba de relojería hecha a base de fuertes sentimientos que jamás podrían haber convivido pacíficamente en Cumbres Borrascosas.

Con las primeras luces de la mañana y la calidez de los primeros rayos de sol que empujan la noche hacia el Este, llega el desenlace y con él, la señora Bronte se despide de mí. Yo tengo que emprender el camino de vuelta sola, pensando en esta historia que te atrapa mientras la estás leyendo y ya para siempre. Pienso en los personajes que más me han impactado: Heathcliff y Hareton (hijo de Hidley Earnshaw). 



Hareton es la muestra de la superación, del amor esperanzado, escondido, cauto y tímido. Es la candidez, nacida salvaje, dentro de la tosquedad de un chico mal querido y peor criado. Heathcliff, sin embargo, es ese tipo de protagonista que a nadie deja indiferente: o le quieres, o le odias. Es un personaje muy completo, con una vileza que desata los peores sentimientos del lector; pero con una lealtad desesperada que produce, en muchas ocasiones, pena. 

Me quedo con muchas cosas que contaros sobre este encuentro con Emily Bronte, a la que me alegra mucho haber esperado y conocido en su  momento oportuno, pero prefiero que (los que no lo hayáis hecho aún) lo disfrutéis sin que nadie os desvele las partes más importantes.

Los paisajes de la caminata que di con Emily distan mucho de ser los páramos descritos en Cumbres Borrascosas. Las fotos pertenecen al Parque Nacional de Doñana, donde fui a pasear aún de noche y a esperar el amanecer. No es Yorkshire, pero a mí me resultó también muy inspirador para esta entrada, además de gozoso al poder ver cómo algunos animales se acercaban curiosos a ver qué hacía alguien paseando por allí a aquellas horas.
(lo de las firmas aún voy controlándolo, las que salen más grandes es por el tamaño de foto, la firma es el mismo tamaño. Ya mi asesor me explicará, que hoy está en huelga)