domingo, 22 de diciembre de 2013

Happy Christmas y algo más...

Llevo retrasando esta entrada varias semanas.  No he tenido mucho tiempo para sentarme a escribir y, también, está el hecho de que he querido reflexionar bien mis decisiones para este próximo año que entra. He comprobado que, cada vez, tengo menos tiempo para leer, pasar por blogs, escribir, responder a comentarios… Y, sinceramente, antes de que cada una de mis entradas empiece por un “perdón, pero no tengo tiempo para esto o para aquello”, prefiero parar unos meses (en los que estaré involucrada en un proyecto que es importante para mi futuro), que este blog duerma el frío invierno y volver cuando haya pasado la primavera y los primeros rayos de verano hagan su entrada por las rendijas de mis persianas.
Me ha costado mucho tomar la decisión porque me gusta estar aquí, hablar con gente interesante, sonreír con vuestros comentarios, aprender con vuestras entradas… y, sobre todo, disfrutar de vuestra amistad porque, para mí, algunas sois ya amigas, más allá del blog.


Creo que ya he comentado que no vuelvo a casa por estas fechas, vamos a pasar la Nochebuena y la Navidad en un piso que nos han dejado en Londres. No sé si tendré Internet allí, así que aprovecho ya para desearos una ¡MUY FELIZ NAVIDAD! Y que el próximo año venga cargado de buenas noticias para todos vosotros, salud, amor y trabajo. 



Para mí, me conformo con seguir caminando hacia delante, que mi suerte no dé pasos hacia atrás y que los sueños sigan ganando la batalla, para que mis pesadillas cada vez estén más lejos de materializarse. Y, por supuesto, dar las gracias por todas las cosas hermosas que he vivido este año, que han sido más de las que podrían haber entrado en mi imaginación el año pasado.


¡Feliz Navidad a todos!


Creo que no tengo ni que decirlo, pero mi email estará ahí para quien necesite saber algo de alguna entrada, algún libro o, simplemente, para hablar. Y, como dice el título de mi libro, Santa está llegando a Oxford, así que ¡Feliz Navidad y nos vemos en un ratito!

Las fotos son del mercado de Navidad de Oxford y de mi ventana.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Adviento de nuevo...

Diciembre, mi mes preferido del año, ha vuelto a llegar. El año pasado por estas fechas no podría ni haber imaginado dónde me iba a encontrar hoy. Y aquí estoy, lejos, pero disfrutando de lo que me rodea.

Ya sólo quedan veinticuatro días para Nochebuena (y 25 para que me vea con mis 29 añazos cumplidos), este año y si todo sigue su curso, pasaré las fiestas aquí en Inglaterra. Echaré mucho de menos a la familia pero, al menos, tengo a Heavy-Chef aquí conmigo y todo será más fácil.
Mi calendario de Adviento





El calendario de adviento lo compré hace casi un mes. Iba buscando otra cosa por el supermercado y vi en la estantería la ilustración de The Snowman (del libro homónimo de Raymond Briggs). No sé si habéis leído el libro (bueno leer leer… ). Es una obra infantil que cuenta una historia sobre una noche de Navidad, apoyándose en ilustraciones, no contiene ni una sola palabra y, sinceramente, gracias a su maestría con el dibujo, no se echa de menos el texto, en absoluto.

                        

Descubrí el libro en mi primer viaje a Oxford en Abril, paseando por la sección infantil de la Blackwell y se vino conmigo a España. Al principio, no quise llevármelo porque había comprado demasiados libros, pero fue un regalo y regalos así no se rechazan. Así que hace unas semanas, cuando todo se estaba pintando con matices navideños y encontré el calendario, no me pude resistir y he estado esperando todo este tiempo para poder ir abriendo sus ventanitas cada día. En realidad, la ilustración es de “The snowman and the Snowdog”, una secuela del primer libro.

Oxford el fin de semana pasado

No os podéis imaginar lo bonito que está Oxford en estos momentos. El fin de semana pasado ya pusieron el primer mercado navideño, fuimos a visitarlo cuando caía la tarde y las luces empezaban a encenderse, fue precioso, a pesar del frío.

Acabo de retomar un proyecto y no tengo tiempo material. Es por ese motivo por el que estoy tardando tanto en ir a visitar vuestros blogs y responder a los comentarios. A veces, me da hasta un poco de vergüenza, pero no puedo sacarle más horas al día.  Estoy leyendo muy poco, ahora mismo sólo en inglés. Tengo entre manos a Doppler, un libro del autor noruego Erlend Loe.
Doppler es un hombre de mediana edad, que vive en Oslo y que, después de sufrir una pérdida, deja a su familia y se va a vivir al bosque donde entabla una bonita relación con un bebé de alce, Bongo.

Mi caja de galletas de chocolate

El protagonista de la historia está un poco desquiciado y tiene un modo de enfrentar los problemas y de entender la vida bastante excéntrico. Si os digo la verdad, no me cae muy bien, pero su relación con Bongo me ha conquistado.

cubierta del libro
   “Cuando la cría de alce apareció por sorpresa más tarde, yo había perdido fuelle. Me rendí. Esa noche dormimos juntos en la tienda de campaña. El alce me suministró una sorprendente cantidad de calor. Lo usé como almohada gran parte de la noche, y cuando me desperté por la mañana, nos miramos el uno al otro de una manera tan íntima y cercana…como nunca antes había hecho con ninguna persona”.



Por este tipo de momentos es por lo que continúo leyendo la historia. Si es que Diciembre nos pone sentimentales…

Las fotos son todas de una servidora, excepto las dos ilustraciones de The Snowman.


Espero volver prontito a reseñar, porque el otro día encontré un libro precioso que me gustaría enseñaros. ¡Qué tengáis un buen primer día de adviento! Os dejo un video, es un anuncio de Navidad de John Lewis (como el Corte Inglés de aquí), que hace que se me caigan los lagrimones cada vez que lo veo en la televisión. Es una historia que han creado sobre un oso que no conocía la Navidad...


miércoles, 20 de noviembre de 2013

84, Charing Cross Road

Llegaba tarde al Lapin, como últimamente suelo llegar a todos sitios, incluso los días en los que no tengo que ir a ningún lugar. Parece que la sensación de prisa y vértigo me persigue, como si el tiempo me atropellase, como si quisiera alcanzar cosas futuras que ni siquiera sé qué son y me siento estresada sin motivo aparente.

Debido a mi ausencia, el cartero había dejado un puñado de cartas atadas con un cordel encima de mi mesa.





- Facturas y publicidad…- pensé yo- pues casi nadie, además del banco, sabe mi nueva dirección.

Acerqué el fajo de cartas a la luz del candil para poder ver la procedencia.

Marks and Co.
84, Charing Cross Road, Londres.

- ¿Londres? Se han equivocado…

Pasé el primer sobre al último lugar y la segunda carta estaba dirigida a EE.UU.,  a la señorita Helene Hanff. Volví a colocarla en la parte baja de la montaña de cartas y ahí volvía a aparecer la calle londinense Charing Cross Road. No podía ser una equivocación…

                                 

Me dispongo a sentarme y abrir los sobres, uno por uno, e ir leyendo las palabras extraviadas de una relación epistolar que se dio durante un dilatado periodo de tiempo (entre octubre de 1949 y 1969) entre la escritora de guiones Helene Hanff y los trabajadores de la librería Marks and Co.

Lo que, en un primer momento, parece ser un simple pedido de libros de segunda mano difíciles de encontrar en el país americano, se termina convirtiendo en una gran relación de amistad entre la autora y los trabajadores de la tienda de libros antiguos. En la correspondencia, vemos la evolución de las relaciones, la calidez de las palabras, las felicitaciones, el intercambio de algunas fotografías para conocerse mejor, regalos de Navidad, algún que otro cotilleo…

84, Charing Cross Road es de esas obras breves que encierran tanto calor humano dentro que quisieras que las cartas entre los protagonistas no acabaran nunca. Cuando lo terminas, quisieras volver a empezarlo (yo lo he hecho pero con el libro en inglés, para así ir aprendiendo algo más). Y cuando abres el email por las mañanas (porque doy por hecho que casi nadie, al menos yo no lo hago, se levanta y sale a la calle a abrir el buzón de verdad, a menos que estés esperando un paquete y te haya llegado el sms al móvil de que “llegará hoy a las 10am"), deseas que aparezca una nueva carta entre la señorita Hanff y Frank Doel, o cualquiera de los trabajadores, y que se sigan contando cómo les va la vida a un lado y al otro del Atlántico, mientras tú eres su testigo desde el silencio, pero sintiéndote parte de la historia.


No sé qué más puedo decir de este libro que te hace sentir tanta nostalgia por las cartas de verdad, de las de papel y sobre. Es una obra tan emotiva, tan cotidiana… Me ha transmitido tanto y me siento tan incapaz de expresarlo aquí, que casi mejor os dejo que lo descubráis por vosotros mismos. De verdad, es un imprescindible del que me atrevería afirmar que, todo el que lo lee, vuelve en algún momento a él para releer cualquiera de sus cartas. 




Las fotos son todas de Internet, excepto la primera de las portadas (las otras dos portadas las he puesto porque me parecen las más bonitas de las que he visto).

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Remember, remember the fifth of November…

El pasado sábado, pensaba pasarme la noche en casa viendo alguna serie. Sin embargo, unos amigos me pidieron que les hiciese de canguro y se truncaron todos mis planes. De camino a la casa, que se encontraba en mitad de la nada, sin farolas, sin indicaciones, una carretera de campo… me llamó la atención que en los pueblos de alrededor parecían estar tirando fuegos artificiales sin descanso.

Bonfire en Londres

En cuanto llegué, le pregunté al padre que a qué se debía y me explicó que era la Bonfire Night (Noche de las hogueras) (en realidad esa noche es la del 5 de Noviembre, pero como este año caía en martes laborable, pues pasaron el festejo al sábado). Conmemoran el intento fallido de algunos cristianos, entre ellos Guy Fawkes, de hacer estallar el Parlamento en el año 1605, debido al mal trato que recibía este grupo religioso por parte del rey (a muchos os sonará la historia por V de Vendetta).  Para celebrar que aquel atentado no tuvo éxito, hay espectáculos pirotécnicos en todas las ciudades y pueblos y los niños queman muñecos de Guy Fawkes.

Ocho de los conspiradores


                                                     

Y tras la explicación y los niños acostados, allí me encontraba yo: sola, en una casa de campo descomunal, con ventanales por todos sitios que daban al oscuro jardín, escuchando la tormenta y los aullidos del virulento viento que se había levantado,  con mi móvil inglés apagado y sin batería (como de costumbre) y con la sensación de que, en cualquier momento, sonaría el teléfono de la casa y yo lo cogería para ver cómo una voz ronca y distorsionada me amenazaba desde dentro de la casa… (sí, así de valiente soy yo sola y en la oscuridad…).

Pero como no tenía más remedio que quedarme allí y hacerme la valiente, pensé en llamar a alguien para que me hiciera compañía. Y entonces pensé en ella, una escritora que cuando estamos leyéndola, la sentimos cálida, reparadora, cercana… casi como una amiga.

Escritorio de Chawton



En cuestión de minutos, me instalé al lado del horno de la cocina (unos hornos antiguos que aquí dejan encendidos las veinticuatro horas del día) y Jane Austen vino a compartir la noche conmigo. Me encanta encontrarme con ella en Noviembre.

Cocina de casa de Jane Austen, Chawton

Sus palabras me envolvieron desde el primer momento en que me presentó a Emma. Preparamos té, que acompañamos con algunas chocolatinas que aún quedaban del “truco o trato” de los niños, y pasó seis horas narrándome el peculiar carácter de Emma Woodhouse; el comienzo de la amistad de ésta con Harriet Smith, una chica más joven y humilde, a la que traerá de cabeza con sus consejos sobre el amor; la hipocondría del señor Woodhouse; las protocolarias visitas a su casa para la cena y los juegos de cartas… 



Las horas pasaron casi sin darme cuenta, me encontré con una Jane Austen risueña y sarcástica que me sacaba una sonrisa en cada momento. Sin embargo, en cuanto se abrió la puerta de la cocina y los padres de los chicos entraron a las dos de la madrugada, la señora Austen se levantó y se fue por la puerta principal, tan discreta como siempre.


Así de bien acompañada pasé mi Noche de las Hogueras (que hubiese querido publicar antes, pero me ha sido imposible, soy como el conejo de Alicia, siempre voy con falta de tiempo). Aún no he terminado de leer Emma, pero estoy deseando volver a invitar a Jane Austen a tomar una taza de Earl Grey (con leche, por mucho que me digan los ingleses que es sin leche) y pasar juntas todas estas tardes de lluvia, en las que la oscuridad de la noche se hace dueña del cielo cada vez más temprano (16:30).
Las fotos son todas de Internet, excepto las de Chawton que las hice durante mi visita de las Pascuas pasadas.

jueves, 24 de octubre de 2013

Picnic en Hanging Rock


Hace ya algún tiempo tuve una visita muy especial de la señora Joan Lindsay, autora de Picnic en Hanging Rock. Si tuviera que calificar nuestra tarde en el Lapin Agile con una sola palabra, sin duda, sería “inquietante”. 







Joan Lindsay



Joan Lindsay, a través de su calmada voz, me transporta a Australia, muchos años atrás, hasta 1900, a una calurosa mañana del 14 de febrero. El entorno no podría ser más evocador,  un típico colegio inglés para señoritas dirigido por la señora Appleyard, cuya disciplina inglesa y rectitud victoriana se harán notar desde el primer momento.







Gracias a la autora, la alegría de esa mañana de domingo me va transmitiendo las ganas de salir con las chicas del colegio Appleyard a tomar un Picnic en el campo, cerca de Hanging Rock, para pasar el día de San Valentín. Todas vamos con vestidos de muselina, sombreros y cestas de mimbre donde transportamos la comida.


Cuando llegamos, Joan Lindsay y yo, nos sentamos un poco apartadas del grupo para que me pueda contar todos los pormenores de las familias de las señoritas, las profesoras y, por supuesto, de la directora.
Tras el té de mediodía, cuando estábamos descansando en la hierba y parecía que el hermoso día llegaba a su fin, escuchamos un grito desgarrado. Edith Horton, que había ido a pasear cerca de la Roca junto a otras alumnas (Miranda, Irma Leopold y Marion Quade), estalla en llantos y desesperados gritos. Las otras chicas han desaparecido y ella no recuerda absolutamente nada de lo que ha pasado. La señora McCraw, profesora de matemáticas, rápidamente sale en búsqueda de las tres estudiantes desaparecidas, corriendo ella el mismo intrigante destino.




La señorita Poitiers, profesora de francés, decide que deben regresar al colegio al caer la noche para avisar a la directora y a la policía de los acontecimientos vividos ese día y que comiencen las investigaciones y las batidas, para dar con el paradero de las cuatro féminas. A partir de ese momento, las intrigas,  las apariencias, los secretos, las ambiciones, los malentendidos y los rumores en el pueblo se van atropellando para dar lugar a una historia tremendamente absorbente.

Miranda, Irma, Edith y Marion

¿Qué misterio guarda esa imponente Roca? ¿Por qué nadie escuchó gritar a las chicas? ¿Por qué Edith no es capaz de recordar nada de lo sucedido? Todas esas preguntas se arremolinaban en mi mente mientras la autora seguía relatándome el argumento (un argumento del que no puedo contaros nada más para no estropearlo).

Con las tazas ya vacías y la noche muriendo calle abajo del Lapin, Joan Lindsay se dispone a marcharse.

- ¿Qué hay de cierto en toda esta historia de Hanging Rock?- le pregunto.

- Si la historia fueron hechos reales o inventados, ya no importa- me dice- pues los sucesos tuvieron lugar en 1900 y todas las personas que aparecen estarían ya muertas.

Y tras esas rotundas palabras, se va y me deja sentada en mi mesa, como a tantos otros ha dejado, sin revelar si la historia de Picnic en Hanging Rock fue real o no.


El libro me lo recomendó hace ya un tiempo una amiga, pero no fue hasta la pasada Feria del Libro cuando pude hacerme con él, regalo de mi santo padre. Las fotos son todas de Internet y pertenecen a una película que se hizo sobre esta obra de culto australiana.

viernes, 4 de octubre de 2013

Y llegó el otoño...

Creo que es la primera vez en mi vida que estoy viviendo un otoño de verdad. En el sur de España pasamos directamente del calor sofocante, que se extiende durante todo el mes de octubre y a veces hasta primeros de noviembre, al frío de invierno. Solemos tener, como mucho, una semana de otoño. Sin embargo, aquí en Oxfordshire, puedo percibir cómo las hojas de algunos árboles se van enrojeciendo, otras incluso se vuelven de color violeta, las marrones ya tapizan el suelo de los campos y me gusta cómo crujen cuando las piso, es el sonido del otoño.

Había una persona, que muchos ya conoceréis, que yo había invitado al Lapin hacía un tiempo. Sin embargo, jamás pude conseguir un libro suyo en España. Y ahora, habiendo trasladado el Lapin Agile a estas tierras inglesas me encuentro con que, la maravillosa Tasha Tudor, ha podido venir a verme.
Ha sido un poco difícil de conseguir, pero ya tengo un maravilloso ejemplar de The Secret Garden, ilustrado por  Tasha. Es un formato de bolsillo, así que la única ilustración que tengo a color es la portada, las imágenes interiores están en blanco y negro, pero me encanta igualmente.




Con ella salgo a pasear en estos días por la campiña. Pienso en su modo de vida, viviendo en una granja, alejada de todas las innovaciones, dibujando, cultivando su huerto o recogiendo leña para calentar un té, con esos vestidos tan sencillos… Desde esa calma que desprende, me doy cuenta de la felicidad que encierran las pequeñas vivencias de cada día.
Banco de los jardines del Magdalen College

Todos tenemos grandes sueños o aspiraciones y está muy bien ser algo ambicioso en la vida. El problema aparece, creo yo, cuando te obcecas tanto en conseguir esos sueños, que no te das cuenta de que ya, ahora mismo, (quizás con pequeños detalles) también eres feliz.

Paseo de domingo aquí al lado de casa.


Pienso en cómo estoy llevando la adaptación a este nuevo lugar y puedo sonreír, sabiendo que estoy creando unos recuerdos muy bonitos para cuando dentro de unos años mire hacia atrás. Tengo la suerte de poder ir a pasear y, de vuelta, ir a una granja y recolectar frambuesas o grosellas que luego meriendo, en muy buena compañía; también puedo ir a visitar una de las ciudades más bonitas del mundo, Oxford, con frecuencia; pasear, permitirnos algunos caprichos que antes hubiese sido impensable, conocer otras regiones, tomar té en el Eagle and Child (en situaciones especiales con gente que, conociéndolas ese mismo día, te transportan a un espacio-tiempo donde las risas y el té se alternan sin parar y parece que nada más tenga importancia)…
Grosellas que luego merendé con crumpets y nutella

La vida en un país extranjero no es fácil, ni cuando tienes unas buenas condiciones. Aquí trabajamos duro y ni siquiera en nada relacionado con lo nuestro, pero estamos estudiando mucho para poder hacernos con el idioma (sobre todo yo, que soy la que peor lo lleva) y lo que tenga que llegar, llegará. Y mientras tanto, me voy a dedicar a coleccionar momentos felices en mi álbum de recuerdos.


El libro de The Secret Garden (El Jardín Secreto) aún no lo he terminado, porque en inglés leo bastante lento y lo alterno con lecturas en español, pero estoy deseando saber cómo Mary, venida desde la India tras haber quedado huérfana, se adapta a vivir en Inglaterra con su tío, al que no conocía anteriormente (parece que la cosa va de adaptación, a veces, los libros llegan en el momento adecuado).

Las fotos son todas mías, excepto las de Tasha Tudor que las he cogido de Internet.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

HAY ON WYE (con mucho retraso, pero aquí está)

El segundo sábado de este mes de julio vinieron a mi cabeza recuerdos de cuando leía el blog de María sobre sus peripecias por Inglaterra y siempre pensé que éste era uno de los sitios que no me podía perder. Así que, sin poderme creer todavía las vueltas que da la vida, me dirigía bien temprano hasta este pueblecito de Gales en mi propio coche (bueno no es mío, es prestado por la familia, pero tenemos el usufructo).


Nada más llegar a Gales percibes que todo  el paisaje es aún más verde de lo que es en Oxfordshire. Nos advirtieron de que allí siempre hacía mucho más frío y llovía más, así que nos preparamos con sudaderas, bambas de invierno… ¡Casi nos asfixiamos! Este año en Inglaterra ha habido, durante todo el mes de Julio, una ola de calor (bueno, una ola de calor de 30º grados, tampoco os penséis que son los 45 ó 46º que tenemos en Sevilla) y si no recuerdo mal, sólo ha llovido un día. He podido dar paseos en bicicleta cada vez que he querido, hemos hecho picnic en el jardín… En fin, una situación bastante extraña, tratándose de este país.


Como digo, llegamos a Hay on Wye a media mañana (gracias a un navegador, también en usufructo, que si no, yo creo que podríamos haber aparecido en Zaragoza…), hacia un sol radiante y ante mis ojos se abría un pequeñito pero hermoso pueblo de piedra gris, con calles estrechas y con cuestas bastante pronunciadas cuando tienes tanto calor.


Creo que no vi ni una sola callejuela donde no hubiese una librería donde entrar y poder deleitarse con estanterías repletas de libros, tanto nuevos como de segunda mano (aunque predominan más los segundos).
Pero sin duda, la que más me impresionó fue la “librería” del castillo. Se trata de dos estanterías de madera, colocadas en el jardín del castillo, donde puedes coger los libros que quieras y colocar el dinero en un buzón rojo que estaba bastante escondido, y aún así la gente te preguntaba que donde estaba el buzón para pagar antes de irse. Yo creo que eso lo ponen en España y, en la mayoría de los sitios, se llevarían el libro sin pagar y hasta el buzón del dinero.

De aquí se vino conmigo una Heidi rubia (bastante diferente a la imagen japonesa de Heidi que yo tenía de pequeña). La verdad es que nunca fui de libros de segunda mano, sin embargo, cuando abrí éste, en la primera página había una inscripción, ¡era un regalo de Navidad para una niña en los años 60! Me puse a pensar si a la pequeña Janica le habría gustado cuando lo recibió, cuántas veces habría pasado sus páginas… Así que no lo pude dejar allí y me lo llevé a casa.


La hora de la comida se nos echó encima, así que paramos para disfrutar de un picnic en la sombra de un parque al lado del río Wye. Con las pilas cargadas, aunque con mucho calor, aprovechamos para dar un paseo por la ribera del río y, más tarde, proseguir nuestro paseo de librería en librería.
                                      

En una de ellas, de las últimas que visité, me encontré con la señora Gaskell. Estuve en la segunda planta de esa diminuta casa-librería durante mucho rato, pero tenía que volver ya a casa, así que con algo de melancolía tuve que dejar la conversación con Elizabeth Gaskell para cuando estuviese más tranquila en casa.




Disfrutamos mucho de la visita y se agradece el buen tiempo, aunque no fuésemos preparados para ello. Si tenéis la oportunidad de moveros en coche por Inglaterra (porque no sé si será fácil llegar en transporte público), no dejéis de visitarlo, ¡es toda una experiencia!
Poco a poco, voy cogiendo algo de ritmo en mi día a día, aunque no tengo mucho tiempo para el blog porque las horas libres que tengo las paso estudiando, pero voy a seguir viniendo a contaros mis lecturas y mis visitas, cada vez que pueda arrancarle algunos minutos al reloj.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Cambios...



Siento haber estado desconectada casi dos meses. Pero todo tiene su explicación. 

Cuando llegué a Oxfordshire, encontré un trabajo para ese mes, bastante duro y físico, pero que me reportaría algo de dinero y no dudé en cogerlo. Así que lo que iban a ser unas vacaciones relajadas, se convirtieron en un duro mes de trabajo y dos fines de semana de descanso y visitillas (que ya os contaré, al menos, una de ellas).

Al terminar julio, tenía muchos sentimientos encontrados. Siempre suelo ser optimista y sé tirar para adelante. Sin embargo, me encontraba cansada, dolorida, un poco frustrada por el idioma, porque seguía sin verle la luz a mi vida, ni a mi futuro…  Pero seguía teniendo esperanza en los planes que, supuestamente, debía ofrecerme España.

Pero a veces pasa que las promesas que el mundo te hace, comienzan a parecerte palabras vacías. A veces pasa que te cansas de esperar a que la madera de tu cuerpo se convierta en carne de verdad. Y es entonces, cuando decides hacer un bote con esos leños que son tus piernas y echarte al mar a buscar, por ti misma, algo mejor. Con tus brazos, como remos astillados, intentas guiar un rumbo hacia un futuro muy incierto pero, al menos, hacia un futuro. No sabes si llegarás a algún puerto, si te irá bien, si te irá mal, si durará mucho o si dos millas más allá alguna corriente habrá conseguido hundirte, pero tienes la certeza en tu interior de que siempre será mejor que quedarse varada y esperar. 

Así que decidí que, a finales de agosto, volvería a Inglaterra para intentar mejorar el idioma por lo que he exprimido al máximo el mes de agosto: he hecho uno de los deportes que más me gusta (el esnorkel), me he bañado todos los días en la playa, he salido, he comido cosas ricas, me he reído, he formalizado mi relación de pareja legalmente… en fin, un poco de todo, resumiendo: ¡un agosto muy feliz!

Nadando con los peces

Eso de ahí, es el ojo de un pulpo

Medusa

Cáscara de erizo de mar que ha perdido las púas

Aún no sé si he hecho bien o si me he equivocado, pero aquí estoy en Oxfordshire, intentando aprender inglés para poder abrir otra vía con la que llegar a un futuro con un trabajo “normal”. Me está costando un poco la adaptación, la verdad, porque estoy en un pueblo muy pequeño donde las relaciones sociales son escasas (mi extrema timidez tampoco me es muy útil) y, a veces, siento que no aprendo y que estoy malgastando mis días. Pero bueno, supongo que tendré que esperar un tiempo prudencial y no ser tan derrotista.  Mientras, me dedicaré a esperar a este otoño que se acerca...
Campos segados de Oxfordshire

Parece que estoy dentro del Seto de las Zarzas (J. Barklem)

Así que, a partir de ahora, intentaré seguir actualizando el blog con normalidad, sólo que desde otras coordenadas.
Un beso y, de nuevo, siento mucho haber estado tan callada.