¡Ya estoy de vuelta al
calorcito de la ciudad! Con lo bien que lo hemos pasado con Nicolás y sus
amigos en la playa y en la piscina…
Además, nos ha visitado
alguien muy especial: Louisa May Alcott. He tenido la suerte de estar
rodeada de una gran colección de libros infantiles, así que he aprovechado la
ocasión para resarcirme y leer algunos clásicos que, a mi edad, era un pecado
no haber leído.
Fui niña de la
editorial Barco de Vapor. Así que hubo muchos “imprescindibles” que fui dejando
de lado. Pero siempre hay tiempo para
volver a ellos. El Principito, por ejemplo,
o James y el Melocotón Gigante también los
he leído ya de mayor.
Recuerdo el primer
libro que leí en mi vida: Mariquilla la
Pelá y otros cuentos. Antes había leído los típicos cuentos,
pero así en formato de “libro grande”, como yo lo llamaba, éste fue el primero
de muchos. A partir de ese momento, cada vez que había una oportunidad pedía
algún libro del Barco de Vapor.
Hasta que un día, en una
estantería de una librería vi: Matilda de
Roal Dahl. Y entonces, ¡me enamoré! Me
pasé meses en los que no hacía más que releerlo una y otra vez. Tanto que le
pedí a mi padre que me lo forrara con el papel transparente de los libros
escolares. Y ahí lo tengo en la estantería, con su forro todavía y con un
marcapáginas que me dibujó una amiga en una cartulina y que también forré.
Gracias a la pequeña Matilda, me interesé por Herman
Melville y conseguí una edición juvenil de Moby
Dick, que aún conservo. La verdad es que Matilda me marcó mucho.
Yo no quería sus poderes para mover las cosas, ni nada por el estilo; sólo
deseaba saber tanto de literatura como ella. Así que cuando no estaba leyendo
el libro, estaba viendo la película.
Yo también deseaba ir por la calle con un carrito lleno de libros |
Pero volviendo al tema,
que me voy por las ramas… Por fin, me he
adentrado en el mundo de Mujercitas,
en su concepto de hogar, en la bondad de las niñas, en sus tradiciones, en sus
representaciones teatrales caseras…
Sé, casi con certeza,
que si lo hubiese leído hace veinte años, Jo March sería
el personaje que más me hubiese impactado. Querría haber sido tan valiente como
ella, escribir y mostrarlo al mundo sin ningún tipo de pudor. Como ya he dicho
alguna vez, siempre he sido una niña muy tímida y todo lo que escribía,
terminaba rompiéndolo para que nadie lo leyera. Recuerdo haber escrito algún
cuento, por obligación escolar y con buenos resultados, pero nunca me gustó
enseñarlo. Ya en la época de secundaria, tuve un profesor de literatura (que
ahora, desde la lejanía y la perspectiva, se lo agradezco) que me sacaba los
colores día sí y día también. Él era uno de esos profesores que te hacía crear
siempre, todos sus ejercicios eran de escribir cuentos, relatos, poesía, etc.
Luego, pedía que los leyéramos en clase. Y claro, ahí estaba yo, pasando los
mil males escondiéndome detrás de todo el mundo. ¡Ay dios, qué malos ratos! (lo
pasaba peor que cantando solfeo en clase de música).
Si en estos momentos vuelvo
la cabeza hacia la estantería, veo obras de Roal Dahl a las que aún no les he
hincado el diente. Así que mientras esté aquí, voy a aprovechar para recuperar
todas las lecturas infantiles que me he saltado a lo largo de mi vida.
Y es que,
aunque a veces, la realidad diaria me enfade y le grite a Peter Pan que pare de
entrar por las noches en mi cuarto y que me deje crecer, o le rompa la chistera
a escobazos al Sombrerero Loco por susurrarme falsos sueños… Agradezco que aún
exista una parte en mí que, cuando pasea por las calles de la ciudad, busque entre la gente a
una Mary Poppins que le enseñe un mundo diferente… Y creo que esa parte de mí,
jamás hubiese existido sin la ayuda de la imaginación de otros.
Linniers siempre tan sabio... |
Las fotos son todas de internet, excepto la del libro de Mariquilla La Pelá. ¡Un saludo!