martes, 21 de agosto de 2012

Crecer leyendo...


¡Ya estoy de vuelta al calorcito de la ciudad! Con lo bien que lo hemos pasado con Nicolás y sus amigos en la playa y en la piscina… 

 


Además, nos ha visitado alguien muy especial: Louisa May Alcott. He tenido la suerte de estar rodeada de una gran colección de libros infantiles, así que he aprovechado la ocasión para resarcirme y leer algunos clásicos que, a mi edad, era un pecado no haber leído. 





 Fui niña de la editorial Barco de Vapor. Así que hubo muchos “imprescindibles” que fui dejando de lado.  Pero siempre hay tiempo para volver a ellos. El Principito, por ejemplo, o James y el Melocotón Gigante también los he leído ya de mayor. 

Recuerdo el primer libro que leí en mi vida: Mariquilla la Pelá y otros cuentos. Antes había leído los típicos cuentos, pero así en formato de “libro grande”, como yo lo llamaba, éste fue el primero de muchos. A partir de ese momento, cada vez que había una oportunidad pedía algún libro del Barco de Vapor. 






Hasta que un día, en una estantería de una librería vi: Matilda de Roal Dahl. Y entonces, ¡me enamoré! Me pasé meses en los que no hacía más que releerlo una y otra vez. Tanto que le pedí a mi padre que me lo forrara con el papel transparente de los libros escolares. Y ahí lo tengo en la estantería, con su forro todavía y con un marcapáginas que me dibujó una amiga en una cartulina y que también forré. Gracias a la pequeña Matilda, me interesé por Herman Melville y conseguí una edición juvenil de Moby Dick, que aún conservo. La verdad es que Matilda me marcó mucho. Yo no quería sus poderes para mover las cosas, ni nada por el estilo; sólo deseaba saber tanto de literatura como ella. Así que cuando no estaba leyendo el libro, estaba viendo la película. 

Yo también deseaba ir por la calle con un carrito lleno de libros 


Pero volviendo al tema, que me voy por las ramas…  Por fin, me he adentrado en el mundo de Mujercitas, en su concepto de hogar, en la bondad de las niñas, en sus tradiciones, en sus representaciones teatrales caseras…

Sé, casi con certeza, que si lo hubiese leído hace veinte años, Jo March sería el personaje que más me hubiese impactado. Querría haber sido tan valiente como ella, escribir y mostrarlo al mundo sin ningún tipo de pudor. Como ya he dicho alguna vez, siempre he sido una niña muy tímida y todo lo que escribía, terminaba rompiéndolo para que nadie lo leyera. Recuerdo haber escrito algún cuento, por obligación escolar y con buenos resultados, pero nunca me gustó enseñarlo. Ya en la época de secundaria, tuve un profesor de literatura (que ahora, desde la lejanía y la perspectiva, se lo agradezco) que me sacaba los colores día sí y día también. Él era uno de esos profesores que te hacía crear siempre, todos sus ejercicios eran de escribir cuentos, relatos, poesía, etc. Luego, pedía que los leyéramos en clase. Y claro, ahí estaba yo, pasando los mil males escondiéndome detrás de todo el mundo. ¡Ay dios, qué malos ratos! (lo pasaba peor que cantando solfeo en clase de música).

Si en estos momentos vuelvo la cabeza hacia la estantería, veo obras de Roal Dahl a las que aún no les he hincado el diente. Así que mientras esté aquí, voy a aprovechar para recuperar todas las lecturas infantiles que me he saltado a lo largo de mi vida. 


Y es que, aunque a veces, la realidad diaria me enfade y le grite a Peter Pan que pare de entrar por las noches en mi cuarto y que me deje crecer, o le rompa la chistera a escobazos al Sombrerero Loco por susurrarme falsos sueños… Agradezco que aún exista una parte en mí que, cuando pasea por las calles de la ciudad, busque entre la gente a una Mary Poppins que le enseñe un mundo diferente… Y creo que esa parte de mí, jamás hubiese existido sin la ayuda de la imaginación de otros.

Linniers siempre tan sabio...



 Las fotos son todas de internet, excepto la del libro de Mariquilla La Pelá. ¡Un saludo!